jueves, 29 de diciembre de 2011

Una cuento para soñar

Se acabó mi viaje en tren, llegué de nuevo al pueblo de las farolas y encontré mi casa llena de susuwataris, naturalmente se fueron al ver que había regresado. Me sorprendieron, ya que pensaron que no regresaría y que de nuevo disfrutarían de la casa de la colina, vaya decepción cuando me vieron abrir la puerta, en menos de tres segundos me devolvieron la casa. El más pequeño de todos, al tocar mi mejilla desapareció. Ese amable gesto me devolvió mi tranquilidad.

No encontré nada fuera de su sitio, solo un poco de polvo y hollín debido a los pequeños peludos antes mencionados. Caí al suelo al mismo tiempo que la puerta cerró, mi maleta quedó frente a mis pies, con una pequeña patada la empujé. Me recosté en el suelo y mirando el techo encontré una nueva gotera que me dejo enfrascada con mi interior....

Mientras miraba por el pequeño agujero del techo escuché murmullos de los susuwataris, sus murmullos me regresaron al suelo de mi hogar... Me gustaría que se quedaran a vivir conmigo, adoptarlos como compañeros de casa; les construiría una chimenea llena de cenizas y polvo negro tan negro como el cielo que se puede apreciar desde mi nueva gotera sin embargo, esa no es su naturaleza...

Dejaré la gotera para que puedan entrar y salir con mayor facilidad, para que se tomen largas vacaciones durante mis viajes en tren.


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