lunes, 13 de febrero de 2012

Yuri

Llegué cansada y atareada, los viajes a la ciudad siempre me dejan exhausta.

Antes de llegar a casa y encontrar a los susuwataris hice una parada en la casa de Yuri, un hombre que habla poco y observa mucho.

Yuri es un extranjero que llegó hace más de seis años al pueblo. Nadie sabe cuantos años tiene pero aparenta unos cincuenta.  Es una persona reservada y con hábitos poco comunes como el observar detenidamente a las personas y cuando éstas lo miran cierra los ojos y comienza a  silbar, así como el comprar cada tercer día medio kilo de huevos blancos; cuando en el pueblo solo hay rojos va hasta la ciudad por ellos, y regresa con cajas de huevos blancos, este hábito es el que más llama la atención ya que nadie sabe para que los usa. También tiene hábitos menos extraños y más usuales como el tomar el sol en las bancas del kiosco mientras lee algún libro o el periódico, beber cerveza en días calurosos y whisky en noches de invierno, fumar en pipa, y comer lichis mientras ve jugar a los niños, ese hábito nos hace tener algo en común, cuando me entero que traen lichis al pueblo corro a su casa para ir juntos a comprarlas e ir al kiosco a comerlas.  

En lo personal sus hábitos me gustan,  cuando tengo el placer de encontrarme con uno de ellos me alegran el resto del día causando en mí una sensación de calidez y ternura hacia Yuri. Sin embargo solo uno de sus hábitos peculiares me ha llamado la atención y fue el primero que le vi hacer.


Aproximadamente hace un año en el pueblo estaba lloviendo y yo me encontraba deambulando, pensativa, distraída hacia el mundo exterior, conforme iba pisando las piedras planas del camino suspiraba profundamente hasta que acabé empapada debido a la lluvia, cuando puse atención al mundo comencé a temblar debido al frío, rapidamente corrí hacia la cantina, pedí dos whiskies y de esta manera se fue mi escalofrío, recorrí con un vistazo todo el lugar y naturalmente mi mirada se detuvo cuando llegó a Yuri, pues en todo el pueblo nadie tiene los ojos azul profundo y la cabellera completamente blanca mucho menos visten con pantalones de lino.
Lo observé detenidamente, por su solo aspecto llamaba la atención, sobre su mesa había un estuche para pipa y una cerveza a la mitad,cada botella que iba bebiendo la dejaba vacía en el suelo, al parecer a nadie le extrañaba este hábito, parecían acostumbrados, las botellas no fueron recogidas por nadie hasta que tomo la gabardina de la silla y salió con toda la calma que un día lluvioso trae a las personas solitarias.

Le pregunté al cantinero sobre él, me dijo su nombre y donde vivía también que había llegado al pueblo hace cinco años, le pregunté sobre las botellas en el suelo y me dijo que era una de sus costumbres que pedía que no las quitarán hasta que el se fuera, sus propinas eran lo suficiente para no preguntar más.
Después de hablar con el cantinero salí en busca de Yuri. Ese día comenzó nuestra amistad y supe el porque compraba huevos blancos, es un artesano y el cascarón de los huevos es su materia prima, la clara y yema acaban en la panadería de Ginger.

A pesar de que tenemos más de un año de amistad solo me ha confiado dos o tres aspectos de su vida, su nacionalidad sigue sin saberla nadie, habla muy bien el español, lo he escuchado hablar en frances y japonés. Ha  viajado mucho. Y es una persona muy inteligente. Es una persona que tiene experiencia y sabiduría. Sabe escuchar. Sabe observar y tiene buena memoria.

Todos deberíamos de tener a un Yuri ... una persona de la que no sepas absolutamente nada, que no tengas idea de quién es o quién fue solo sepas de ella, el ahora y no el después, una persona tan sabia que cumple al pie de la letra el proverbio : No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio. Eso es Yuri, más hermoso que el silencio más fuerte que el pasado y más intrigante que el futuro.