domingo, 28 de agosto de 2011

Karheiba

Llegué al pueblo hace un par de años, fue uno de los peores inviernos que tuve...

Estaba harta de la ciudad y de toda la gente que me rodeaba, dejé de sentirme útil en el lugar donde estaba. Me absorbieron por completo y yo a ellos. Nuestra retroalimentación se acabó.
Terminé todos mis asuntos pendientes. Nadie salió herido, hubo un par de lágrimas que bailaban en los ojos de mi padre, acompañadas de la primera sonrisa que ví en el rostro de su amante. Hubo un par de abrazos forzados así como palabras, también obtuve la primer mirada no ausente de mi madre ... A fines de ese invierno llegué al pueblo de las farolas de papel, llegué a darle vida a la casa de la colina así como a los rumores de los habitantes.

La gente del pueblo son de las que hablan, yo soy de las que escuchan. Se quejan de no saber de mi pasado, de mi futuro, de no saber mis sueños ni mis anhelos. Solo saben mi presente.

Saben que vivo sola, que de vez en cuando bajo al mercado por pinturas y papeles , que me gusta el azul turquesa y el azul cobalto y que tengo una gran debilidad por el xiutic ...

Saben que me gusta comer lichis mientras miro a los niños reír, que me gusta dibujar la tristeza, que me gusta ir a la casa de las farolas verdes a buscar un poco de inspiración y que tengo una debilidad por las personas de aire vagabundo ...

Saben que sé escuchar saben que sé aconsejar, sin embargo mantienen su distancia por miedo a su propia respuesta, por miedo del mismo presente que los puede dejar ciegos ante un pasado inexistente y enmudecerlos ante un impreciso futuro.

Mientras más observen y menos hablen podrán entender que la debilidad por el xiutic está en los pavo reales, en las algas marinas, en tu mar, en tus ideas y en nuestras miradas, la debilidad por ese aire vagabundo está en el caminar descalzo para conocer la sensación del pasto, del agua y del calor de las piedras, que la pasión la pueden encontrar en tres pasos de baile rodeados de estelas con aroma a tabaco...

Podrán observar que mi sueño lo pinto de azules y verdes y lo matizo con negros, adornando las historias que me conmueven y hacen llorar, que mi sueño lo disfruto en compañía de un viejo lobo de mar que manda cartas en botellas (acto que el cartero no logra entender). Y todo este sueño despierta cuando la tinta crece dentro del papel mientras las palabras se disuelven en tu mirada junto con mi locura.

Podrán observar que mi sueño no es más que comer lichis en un pueblo adornado con farolas de papel ...

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